Abram partió, como el Señor se lo había ordenado. Cuando salió de Jarán, Abram tenía setenta y cinco años (Gn 12:4). Después de estos acontecimientos, la palabra del Señor llegó a Abram en una visión, en estos términos: 'No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande'. Entonces el Señor le dijo: 'Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra' (Gn 15:1,7). "'Señor', respondió Abram, '¿cómo sabré que la voy a poseer?'" (Gn 15:1,7). El Señor no respondió a su pregunta directamente, en cambio Dios le dijo: "Haz una alianza Conmigo y luego lo sabrás" (Cfr. Gn 15:9ss).

"Hoy en día, nuestra mente interpretaría la respuesta de Dios, como la de un político quien al responderle a sus adversarios les dice: "¡Confíen en mí!". Generalmente, nosotros queremos ver planes y resultados concretos antes de poner nuestra confianza en la promesa de alguien. La confianza ciega que Dios le pide a Abram, y a nosotros, desafía nuestro entendimiento humano.

¿Cómo sabremos que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho en sus escrituras? Hoy, Dios te invita a hacer una alianza con Él. Nuestra primera alianza con Dios fue hecha el día de nuestro bautismo. Si tú ya estás bautizado, renueva tu alianza bautismal y vive un nuevo bautismo. En cada Misa, renovamos la alianza cuando recibimos la Eucaristía (Lc 22:20). Algunas personas se comprometen a sí mismos al unirse a comunidades cristianas para así vivir su alianza bautismal más auténticamente (Cfr. Hch 2:42). "Encomienda tu suerte al Señor, confía en Él, y Él hará su obra" (Sal 37:5).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de marzo de 2013

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