El homilista en la misa de esta mañana dio un vívido ejemplo de seguir el camino angosto de su propia niñez. En su juventud, su tropa de exploradores organizaba un concurso de habilidades. Una de las habilidades involucraba andar en bicicleta siguiendo una línea recta y delgada. Para tener éxito en el concurso, el ciclista debía mantener sus ruedas sobre esa línea.

Al concentrarse él en mantener sus ruedas de la bicicleta en la línea, estas invariablemente se desviaban en una dirección y en la otra. Andaba frustrado por su inhabilidad de controlar el camino de la bicicleta con precisión. El líder de los exploradores lo llevó a un lado y le aconsejó que se concentrara en la línea de meta en vez de mirar hacia abajo y comenzar cerca de la línea de salida con más velocidad. Asombrado, descubrió que, al mirar la meta con cierto ímpetu hacia adelante, pudo mantenerse en la línea y tener éxito.

Esta es una analogía apta para la vida cristiana. "Fijemos la mirada…en Jesús" (Heb 12:2) y seguiremos avanzando hacia Él cada día con toda nuestra atención en la meta (Fil 3:14), así podemos permanecer en el camino angosto porque Jesús nos atrae irresistiblemente hacia Él (Jn 12:32). Cuando apartamos nuestros ojos de Jesús para centrarnos en nuestros propios esfuerzos y miramos el camino en lugar del Señor del camino, nos desviamos del camino angosto (ver Lc 9:62). "Fijemos la mirada en Jesús" (Heb 3:1) y acerquémonos a Él.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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