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Sábado, 17 de noviembre de 2012

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santa Isabel de Hungría


3 Juan 5-8
Salmo 112:1-6
Lucas 18:1-8

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colegio de profesores

"Por lo tanto, se lo debemos a estos hombres para apoyarlos y así tener nuestra participación en el trabajo de verdad." &#151;Juan 8:3

La enseñanza es una parte tan importante del plan de Dios que Jesús vino al mundo para enseñar (cf. Mc 1:27). El Espíritu Santo incluso ha dado a algunos de los miembros de la Iglesia un don especial de la enseñanza (ver 1 Corintios 12:28). Los líderes cristianos "que hacen bien como líderes merecen ser pagados el doble, sobre todo los que trabajan en predicar y enseñar" (1 Tm 5,17). La enseñanza es tan importante que el diablo trae adelante " los falsos maestros que se contrabandean en herejías perniciosas. Ellos irán tan lejos hasta negar al Señor que los adquirió para Sí mismo, con lo que traerán desastres a sus vidas rápidamente. Sus formas sensuales van a atraer a muchos lejos. A través de ellos, el verdadero camino va a ser objeto de desprecio (cf. 2 Pedro 2:1-2). Sin embargo, el Señor vence al diablo y continúa enviando a sus maestros.

Todos podemos ser parte del gran movimiento del Espíritu Santo en la enseñanza del pueblo de Dios. Incluso si no tienes el don espiritual de la enseñanza, estás llamado a enseñar en virtud de tu bautismo. Los padres están especialmente llamados a enseñar la fe a sus hijos (Dt 11:19; Ef 6:4). En el Catecismo, la Iglesia cita a santo Tomás de Aquino: "Enseñar con el fin de llevar a otros a la fe es tarea de todo predicador y de cada creyente" (CIC 904). Por lo tanto, no debemos dar la bienvenida a falsos maestros (2Jn 10), mientras que debemos dar la bienvenida a los verdaderos maestros (ver Jn 3, 10) y ser verdaderos maestros nosotros mismos.

Oración:  Padre, te quiero tanto que voy a alimentar a las ovejas de Jesús, tanto física como espiritualmente (cf. Jn 21:17).

Promesa:  "¿Entonces Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche? Se tardará más con ellos, ¿verdad? Os digo que les dará una pronta justicia" (Lc 18:7-8).

Alabanza:  Santa Isabel murió a la edad de veinticuatro años y fue canonizada tan sólo cuatro años más tarde. Después de la muerte de su esposo, ella se entregó por entero a servir a los pobres.

Rescripto:  †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 13 de augusto de 2012

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