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Domingo, 3 de agosto de 2014

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28vo domingo de Tiempo Ordinario


Isaías 55:1-3
Romanos 8:35, 37-39
Salmos 145:8-9, 15-18
Mateo 14:13-21

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trato hecho

"No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos" (Mateo 14:16).

Jesús ha puesto a sus discípulos en una posición fantástica. Por un lado ellos tienen ante sí al género humano, cuya hambre crece continuamente y ha de ser satisfecha con comida constante y diaria. Por otro lado, tienen al Señor, que tiene un deseo constante de alimentar, nutrir y satisfacer plenamente a una humanidad cada vez más hambrienta (vea Sal 81:11, 17; Mt 14:20). Dios nos ha puesto, como a sus discípulos, entre Él y el resto de la humanidad, y nos ha encargado que le demos de comer a su pueblo (Mt 14:16; Jn 21:15ss). Somos los intermediaros de Dios, sus embajadores (2 Co 5:20), encargados de unir a los dos grupos.

Este es el sueño de todo embajador: ser vínculo de unión entre un grupo con una necesidad que nunca se satisface, y otro con un deseo incesante de satisfacer esa necesidad (ver Lc 22:15). En el mundo de los negocios, habría candidatos que competirían por esta oportunidad de trabajo, y se presentarían en grandes grupos para acometer esta misión, aunque las condiciones fueran difíciles. La mayoría de los vendedores y hombres de negocios se enfrentarían a este desafío con esmero, valientemente y con mucha creatividad, buscando maneras de reunir a estos dos grupos. Sin embargo, nosotros no parecemos responder a este llamado con mucho interés.

Pidamos a Dios que nos entregue Su corazón, un corazón movido por compasión hacia todas las personas (Mt 14:14). Él constantemente desea llenar las bocas de una humanidad hambrienta de su Palabra y de la Eucaristía (Sal 81:11), aunque no siempre lo sepan. Él nos dará un corazón grande para el pueblo, de tal manera que nos dará descanso (Mt 11:29) en vez de cansancio (Num 11:15) cuando demos de comer a su pueblo. "Vayan al templo y anuncien al pueblo" (Hch 5:20) como embajadores de Dios.

Oración:  Sagrado Corazón de Jesús, crea en mí corazón como el tuyo. Dame tu deseo de darle de comer a los hambrientos (Jn 21:15).

Promesa:  "Todos comieron hasta saciarse" (Mt 14:20).

Alabanza:  ¡Alaben a Jesús resucitado, que es la Palabra-hecha-carne ahora y siempre! (Jn 1:14).

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014

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