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Viernes, 20 de noviembre de 2015

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1 Macabeos 4:36-37, 52-59
1 Crónicas 29:10-12
Lucas 19:45-48

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pureza

"Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores" (Lucas 19:45).

Jesús dejó claro que quería su templo purificado (ver 1 Mac 4:36). Jesús nos manda a que seamos puros, "así como Él es puro" (1 Jn 3:3). Jesús está purificando Su iglesia "para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada" (Ef 5:26-27). "Por su obediencia a la verdad," nos podemos purificar para amarnos "sinceramente como hermanos" (1 Pe 1:22). El Señor nos ha prometido "una fuente abierta" a fin "de lavar el pecado y la impureza" (Zac 13:1).

Esta fuente de purificación es nuestro bautismo en Jesús (Rom 6:3) en el que nos hemos despojado "del cuerpo carnal" (Col 2:11). Si vivimos nuestro Bautismo siendo santos en todos los aspectos de nuestra conducta (1 Pe 1:15), somos puros. Incluso si nos hemos profanado a través del pecado después de nuestro Bautismo, podemos ser purificados al arrepentirnos, especialmente mediante la aceptación de la misericordia de Dios por medio del sacramento de la Reconciliación. Por lo tanto, "ya que poseemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que mancha el cuerpo o el espíritu, llevando a término la obra de nuestra santificación en el temor de Dios" (2 Co 7:1).

Oración:  Padre, que mis deseos de ser puro, sean más fuertes que los deseos de una persona con cáncer de liberarse de todas sus células cancerosas.

Promesa:  "Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria" (1 Mac 4:55).

Alabanza:  Juan encontró que la mejor manera de lidiar con una persona o situación difícil, era el frecuentar el sacramento de la Reconciliación.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de junio de 2015.

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