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Domingo, 28 de junio de 2015

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13er domingo de Tiempo Ordinario


Sabiduría 1:13-15; 2: 23-24
2 Corintios 8:7, 9, 13-15
Salmos 30:2, 4-6, 11-13
Marcos 5:21-43

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contagioso

"Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él…" (Marcos 5:30).

Según el Antiguo Testamento, una persona se volvía impura al ser tocada por una persona con hemorragia (Lev 15:25-33). Si alguien tocaba a una persona fallecida, también se volvía impuro (Num 19:11ss). Un poder inmundo de contaminación parecía provenir de la hemorragia o de la muerte.

Sin embargo, cuando Jesús fue tocado, o tocó a alguien impuro, el poder de infestar no afectaba a Él. En lugar de ello, su curación, poder vivificante emanaba de Él y convertía lo impuro, en puro. A diferencia de todos los demás, Jesús es contagioso en el sentido bueno.

Por ejemplo, si una persona sana se encuentra en una habitación con personas enfermas, ¿se sanan todos los enfermos, o la persona sana se enferma?, ¿pueden las personas vivas visitando el cementerio resucitar a los muertos, o se unen eventualmente a los muertos? Las enfermedades y la muerte son contagiosas; pero la salud y la vida no lo son - excepto en Jesús. La fuerza del Espíritu Santo transforma.

Cuando Jesús vino a este mundo enfermo y moribundo, millones de personas encontraron salud y vida. Los malos efectos del pecado se extienden como la peste, pero la gracia contagiosa la supera abundantemente (Rom 5:20). Vive con Jesús; come Su cuerpo y bebe Su sangre (Jn 6:56); deja que te toque; logra una vida abundante (Jn 10:10).

Oración:  Jesús, tócame y hazme nuevo.

Promesa:  "En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad" (2 Co 8:14).

Alabanza:  Alabado Jesús, quien es la Resurrección y la Vida (Jn 11:25) y quién nos ha dado Vida eterna. Aquellos que creen en Él no morirán jamás (Jn 11:26). ¡Aleluya!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de febrero de 2015

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