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Martes, 21 de febrero de 2017

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san Pedro Damián


Eclesiástico 2:1-11
Salmos 37:3-4, 18-19, 27-28, 39-40
Marcos 9:30-37

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Reflexiones Similares

"confía en él" (eclesiástico 2:6)

"Fíjense en las generaciones pasadas y vean: ¿Quién confió en el Señor y quedó confundido?" (Eclesiástico 2:10).

José fue vendido como esclavo por sus hermanos y luego encarcelado, perdiendo al menos diez de los mejores años de su vida (Gn 37:1ss). Sin embargo, nunca vaciló en su esperanza, y Dios lo restauró mucho más allá de lo que podría haber imaginado. Abraham, Josué, Caleb y Ruth también sufrieron durante años "las generaciones pasadas... [Ellos] confiaron en el Señor" y no los abandonó (Eclo 2:10).

"La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina" (Catecismo, 2090). Cuando la bendición divina parece estar retenida por largo tiempo, puede ser un intento de prueba (Eclo 2:1), una adversidad (Eclo 2:2) o la prueba (Eclo 2:5) para fortalecernos y purificarnos. Si la prueba tiene una duración de meses o años, enferma el corazón (Prov 13:12) y tienta a perder la esperanza. Ya que la esperanza es "el temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo" (Catecismo, 2090), al perder la esperanza, somos menos temerosos de Dios y más susceptibles para pecar. Luego, al pecar más, la esperanza disminuye. El pecado puede drenar nuestra esperanza. Entonces, ¡arrepiéntete! "endereza tus caminos y espera en Él" (Eclo 2:6). "¡Feliz el que no tiene que reprocharse a sí mismo y no ve desvanecerse su esperanza!" (Eclo 14:2)

Pide al Señor que aumente tu esperanza. "Los que esperan en Él no sucumben jamás" (1 Mc 2:61). Dios dice: "no se avergonzarán los que esperan en Mi" (Is 49:23).

"La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (Rom 5:5).

Oración:  Padre, "sé mi sostén conforme a tu promesa, y viviré: que mi esperanza no quede defraudada" (Sal 119:116).

Promesa:  "Que el Señor sea tu único deleite, y Él colmará los deseos de tu corazón" (Sal 37:4).

Alabanza:  San Pedro, compartía sus comidas con varias personas pobres, sirviéndoles él mismo (ver Lc 14:13-14).

Referencia:  (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 30 de noviembre de 2016.

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