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Viernes, 7 de julio de 2017

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Génesis 23:1-4, 19; 24:1-8, 62-67
Salmos 106:1-5
Mateo 9:9-13

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Reflexiones Similares

viviendo y muriendo por la fe

"Y murió" (Génesis 23:2).

Sara murió a la edad de ciento veinte y siete años (Gn 23:1). Abraham, su esposo, murió treinta y ocho años más tarde a la edad de ciento padre de muchas naciones y recibiría la tierra prometida. Cuando Abraham murió, él era dueño de una pequeña porción de la tierra prometida, que él compró para el sepulcro del entierro de Sara (ver Gn 23:19). A su muerte, Abraham solo tenía dos nietos de Isaac, el único hijo de su matrimonio con Sara. A la muerte de Abraham, las promesas de Dios para él parecían que no se cumplirían. Él murió, aparentemente, como un fracasado que había desperdiciado su vida en la búsqueda inútil de cien años.

Jesús murió más o menos a los treinta y tres años. Él reveló que era el Salvador del mundo, el Señor de señores y Dios mismo (Jn 20:28). Casi nadie le creyó, inclusive Sus discípulos lo abandonaron y dejaron que fuese crucificado. Jesús murió aparentemente como un fracasado.

El reinado de Dios es como una semilla de mostaza (Mt 13:31). Es pequeña al comienzo, eventualmente se transforma en un arbusto grande, aun cuando esto puede suceder años después de la muerte de uno mismo. Uno puede que vea tal vez una pequeñísima parte del cumplimiento de las promesas de Dios y morir aparentemente como un fracasado. Uno tiene que vivir por la fe (2 Co 5:7) y morir por la fe (Heb 11:21-22). A tu muerte, quizás no podrás ver el fruto de tu vida. Tu única seguridad puede ser que amaste al Señor'. Ama, arrepiéntete, vive, muere y cree.

Oración:  Padre, que pueda vivir por la fe y morir en el amor.

Promesa:  Jesús "le dijo a Mateo, 'sígueme'. Él se levantó y lo siguió" (Mt 9:9).

Alabanza:  Teresa rezó durante veinte años para que su esposo pudiera dejar de beber y vio como Jesús liberó a su esposo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.

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