El Señor quiere amarnos libremente. Sin embargo, muchos de nosotros no estamos abiertos a la intimidad de ese amor desbordante de Dios. Nuestros pecados nos han hecho temerosos del amor. Nos da miedo tan siquiera acercarnos al fuego consumidor del amor de Dios (Heb 12:29). Consecuentemente, el Señor debe sanar la deserción que entraña todo pecado (Os 14:5) para comunicarnos libremente su amor.

Dios, que es Amor (1 Jn 4:16), nos purifica de nuestros pecados, que son los obstáculos que ponemos en el camino de su amor, cuando:

• nos condena por nuestros pecados (Jn 16:8),

• nos hace ver nuestra culpa y nos advierte de la necesidad de arrepentirnos,

• nos asegura que Jesús es la "Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Jn 2:2),

• nos exhorta por medio de la Iglesia y la Biblia (ver Os 14:2) a arrepentirnos,

• nos insta a que le confesemos nuestros pecados a Él y a otros (Stg 5:16) y,

• delega a los sucesores de los apóstoles, los obispos, el poder de perdonar nuestros pecados en Su nombre (Jn 20:23) por medio del Sacramento de la Reconciliación.

Que sea bautizado y sumergido en el arrepentimiento (Mc 1:4) en esta Cuaresma, para que me sumerjas en la profundidad del amor de Dios en esta Pascua. Que no tenga miedo de dejar que el Cristo crucificado y resucitado viva y derrame su amor en mí.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 30 de noviembre de 2016.

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